En el fondo de casa armamos la pileta para mi cumple de mañana, dijo Thilo emocionado y abriendo grande los ojos agregó: la Pelopincho, la que tiene un montón de hierros atravesados. Para tal emprendimiento fue necesaria la ayuda de una ingeniera catalana admiradora de Gaudí.
Al día siguiente, el verano caluroso de Buenos Aires no tardó en posicionarse, a la vez que iban llegando los invitados con la malla puesta y el deseo urgente.
Los primeros en zambullirse fueron los amigos de fútbol y de la escuela. Enseguida se metió la tía con sus gemelas, un narigón vestido de jardinero que baila en la murga del barrio, la vecina que trabaja en una juguetería, un león flaco demasiado travieso, dos nubes cargadas de algodón que volaban bajito, un delfín de siete colores, una mano cabal aferrada a un tejo playero, el alba del día anterior que nadie había olvidado, uno con la camiseta de Chacarita... De pronto un señor bigotudo se sumergió con patas de rana y escafandra.
El chapoteo del agua generaba un estruendo estrepitoso. Con el correr de los días siguieron llegando vecinos y también personas de otros barrios cercanos; incluso vino alguien desde Mar del Tuyú con la caña y, parado sobre uno de los vértices de la pileta, se puso a pescar.
Thilo, aun seco, terminaba de abrir el último regalo. Se acercó, por fin, con ganas de saltar contra una ola. Acodada en el borde, una señora gorda adivinó su intención y le advirtió: metéte despacio, pichón, no sea cosa que reviente la pelopincho.
Espectacular! Muy tierno...
ResponderEliminarMe hiciste reír con el que llego a pescar y con el final! Muy bueno!!!
ResponderEliminarMe encantó tu cuento,me gustan los personajes,Nahuel.
ResponderEliminarHermoso. Pero no solamente por la ternura, sino también por los recursos. La comparación del armado de la pile con lanecsidad de conocimientos sobre ingeniería y arquitectura... y de Gaudí...sin desperdicio. Luego, le siguió una enumeración con personajes realistas y la irrupción de un realismo mágico que se queda con los ojos de niño, dentro de una cotidianeidad absoluta: "el alba del día anterior que nadie había olvidado", belleza de imagen. Belleza... Bravo por esa aliteración de estruendo estrepitoso. Para terminar con toda esta hipérbole risueña, la señora gorda que advierte que justamente Thilo deberá meterse despacito para que no reviente la pile. Genial, Nicolás.
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