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Comedor

 

    Abra la boca.

    —Yo no es que dude de su honorabilidad, entiéndase bien; pero de seguro que usted llegó en su automóvil y en las últimas horas habrá visto televisión, escuchado radio o hablado a través de su teléfono ¡sin cables! ¿Cómo es posible que ante tamaña evidencia de progreso tecnológico yo tenga que sufrir tanta molestia por una simple carie?

    —Me está insinuando que he procedido de modo ímprobo?

    —¡No, doctor Molinari, ni por asomo!, simplemente le infiero que a mi moderado entender la Comunidad Odontológica, o marcha sobre las ruedas cuadradas de la tecnología, o lo que yo presumo... se está ocultando un asunto muy fulero.

    —¿No entiendo hasta dónde quiere llegar?

    —Hasta el fondo de la cuestión, y con esa actitud amenazante que acaba de infligirme ahora comprendo que usted también debe pertenecer al Clan ¿o se llama Logia, o Masonería, o Cofradía, o Corporación, o tal vez Orga a secas...?

    —Mantenga la boca abierta.

    —Sí, un Clan o como se llame que se encarga de abortar cada investigación orientada en eliminar definitivamente a la asesina placa bacteriana; una organización inescrupulosa que cuenta con el silencio cómplice de todos los estratos del mundillo dental.

    —Corra su lengua.

    —Sí, es cierto que en otras ramas de la medicina también existen desvaríos para garantizar el mantenimiento de una estructura de privilegios; pero también lo es, que es justamente (disculpe que me ponga nervioso) en el ámbito odontológico donde están dadas las condiciones para que se cometan las más de las irregularidades.

    —Ábrala más grande.

    —Basta con mencionar algunos puntos:

Centralización de los problemas odontológicos: según cálculos estadísticos, entre un ochenta y un noventa y cinco por ciento de los pacientes acuden al dentista por causa de la placa bacteriana; ¡sólo!, alrededor de un cinco por ciento acuden por malformaciones innatas (incluyendo con muy buen tino las muelas de juicio sin lugar para estacionarse), un dos o tres por ciento por arreglo bucal a causa de alguna riña callejera y por último un uno por ciento que van por distraídos.

    Vale aclarar que un muy gran porcentaje de pacientes va a reemplazar sus piezas dentarias por postizas, pero esta categoría la ubicamos dentro de los problemas ocasionados por la placa bacteriana; lo cual la transformaría en una subcategoría.

    A todo ello hay que recordar que el ser humano tiene sólo dos períodos de dentición. Primero los dientes de leche y luego los de vino; si al menos tuviéramos unos de whisky...

   Conviene detenernos en este punto (de importancia vital) y formularnos la siguiente pregunta: ¿Qué ocurriría si se descubre un antibiótico realmente eficaz para eliminar a la placa bacteriana? La repuesta es de por sí sencilla, como usted ya sabe doctor; se reduciría en un noventa por ciento aproximadamente la cantidad de pacientes (donde se dice paciente, entiéndase cliente), haciendo el campo de trabajo odontológico más limitado, casi eliminándolo, ¡sí! e-l-i-m-i-n-á-n-d-o-l-o.

Conexión con Golosineras: Se sabe que el Clan Odontológico infiere de forma directa en la producción de golosinas, con el firme objetivo de proporcionar a las mismas de un azúcar maligno capaz de magnificar descontroladamente el poder destructivo de la placa-cariana. También se ocupa, pero esta vez en conjunto con las Grandes Golosineras, en buscar mancomunadamente ciertos químicos obscenos que produzcan en el goloso consumidor indefenso, una sensación de adicción tal, que lo lleve a concurrir numerosas veces a los puntos de venta de estos pseudo alimentos; para ser más claro diré: kioscos.

    No hay conocimientos certeros, pero se cree que el poder de alcance del Clan, ¡de su Clan!, se extiende a otros sectores de la producción como el de las tortas y facturas, cigarrillos de chocolate, cafés con leche y alcauciles enlatados por citar algunos. Aunque repito, no hay todavía pruebas suficientes de tal descalabro.

    Para ser más gráfico en lo dicho hasta aquí, pondré un ejemplo harto conocido: el chicle. El chicle no fue inventado por un científico bionutritivo, ni por un chef, ni siquiera por un ayudante de cocina pelele, ¡nó! Fue inventado en forma cabal y consciente de sus efectos devastadores en las bocas de los chicleros por un... ¡sí! por un dentista, un inescrupuloso y desalmado den-tis-ta.

  Todos estos datos están debidamente certificados por la Contraorganización de Inteligencia de Trabajadores Odontológicos (COITO), que por razones de seguridad, hoy se halla en la clandestinidad.

    —Guarde saliva.

    Volviendo a lo elemental, figúrese que esos cuerpos duros, blanquecinos, encajados con una inocencia brutal en las mandíbulas, son pulverizados literalmente por la inacción y la inmoralidad de su Clan corrupto y filibustero; una pulverización que comienza sutilmente por el esmalte, continuando por la cavidad pulposa hasta destruir las encías, la dentina y el vaso sanguíneo, concluyendo en el dolor máximo, desgarrador, insufrible, de putísima madre (a ver si me entiende), cuando el hueco perforado avanza hasta el hondo nervio.

    —Bueno, ya está.

    ¿Cuánto le debo, doctor?

    Son ciento ochenta y cinco mil pesos.   

    Aquí tiene doscientos mil. No, faltaba más quédese con el vuelto.

    Correcto. Ah, me olvidaba; pídale turno a la secretaria, dos o tres visitas más y terminamos el tratamiento.

    Macanudo, chau doctor.

    —Adiós y no muerda muy fuerte.

Comentarios

  1. Jajaja... lo que debe hablar sin que estén trabajando en su boca!
    Le paga para que lo escuche...

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