Cuando abandonó la vieja casona de Constitución aun se hallaba en shock y a poco estuvo de ser arrollado por un fulmine tranvía. Minutos atrás, confinado en el estrecho sótano, había quedado atónito ante ese objeto prodigioso. Blandía los pálidos párpados con excitación enciclopédica. Luego apareció el gesto depravado cuando uno de los infinitos puntos del Aleph guió su atención. Una negligente fecha de octubre venidero le hizo comprobar que el unánime aparato también sugería el futuro. Dejó en ese instante de reparar en astrolabios, zaguanes sombríos, fatigados laberintos y todo lo demás. Sintió vértigo desenfadado. Contempló en cambio la presencia de un general con ánimos de tirano, vacaciones pagas, ferrocarriles nacionales, una populosa como ajena Mar del Plata y tantas otras aberraciones. Un neologismo había invadido el Aleph. No falseo los hechos si advertimos su vano intento en desacreditar la autenticidad de este Aleph y situar el verdadero en algún lugar remoto de
Pensamiento Carretel